El dengue: peligros y el nuevo paradigma mundial
El dengue, una enfermedad transmitida por mosquitos, sigue siendo una preocupación de salud pública a nivel mundial, con alrededor del 40% de la población mundial en riesgo de contraerla. Con unos 400 millones de casos estimados anualmente, el dengue representa una carga significativa para los sistemas de salud en todo el mundo. Este virus, transmitido principalmente por el mosquito Aedes aegypti, puede causar una amplia gama de síntomas, desde fiebre leve hasta complicaciones graves como el dengue grave o el síndrome de shock por dengue, que pueden ser mortales si no se tratan adecuadamente.
Sin embargo, lo que hace que esta enfermedad sea aún más desafiante es que muchos de los casos son asintomáticos, lo que significa que aproximadamente el 80% de las personas infectadas pueden no mostrar síntomas evidentes. Esta situación plantea un desafío adicional en la detección y prevención del dengue, ya que las personas asintomáticas pueden seguir propagando el virus sin ser conscientes de su infección.
Esta realidad resalta la importancia de la vigilancia constante y la acción preventiva. Como profesionales de enfermería, tenemos un papel crucial en la lucha contra el dengue. Aquí hay algunas formas en que podemos contribuir.
¿Cómo se puede prevenir el dengue?
A pesar de los avances en la prevención y el control del dengue, la falta de una vacuna eficaz sigue siendo un desafío importante. Sin embargo, la investigación y el desarrollo de vacunas contra el dengue están en curso. Por ello, en primer lugar, debes tener cuidado con aquellas zonas donde haya un mayor riesgo ante picaduras de este tipo de mosquito. Tienes que minimizar la exposición al mismo y emplear insecticidas y repelentes.
Por otra parte, se ha comenzado a emplear vacunas para paliar los síntomas del dengue. En España, concretamente, aquella que se emplea es el Qdenga. Esta vacuna está compuesta por virus vivos atenuados que inducen a la protección frente a esta enfermedad. Está destinada para personas de 4 años en adelante y hasta los 60 años.
La vacuna se administra por inyección subcutánea preferiblemente en la región deltoidea de la parte superior del brazo. No se debe administrar mediante inyección intravascular, intradérmica o intramuscular. El procedimiento consiste en dos inyecciones de la dosis reconstituida (0,5ml) con una separación de, al menos, 3 meses. Según la Asociación Española de Pediatría, en aquellas personas que hayan recibido hemoderivados (inmunoglobulinas, transfusión sanguínea), se recomienda esperar para la administración de la vacuna al menos 6 semanas (preferiblemente 3 meses).
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